lunes, 4 de octubre de 2010

LA RAREZA DE SER AMABLE

Un amigo mío iba a pagar el billete del metro.

Apenas había dejado su moneda de billete de 5 auros sobre el cajetín de los pagos, le llegó desde el otro lado del cristal la sonrisa de la taquillera, que le decía: “Hoy no tiene que pagarme.”
El asombro circuló por el rostro de mi amigo. “¿Qué ocurre, es gratis hoy?”
“No-dijo la taquillera-, es que ayer se fue usted sin recoger la vuelta.”

“¿Y cómo me ha reconocido usted? ¿Se acuerda de mi cara?”

“No, no-aclaró la taquillera-. Además, ayer no estuve yo aquí.”

“¿Y entonces?” El asombro de mi amigo crecía.

“Verá-aclaró ella-. Mi compañera me dijo: 'Dale el cambio a ese señor que todos los días dice: '¡Buenos días!' Era inconfundible, porque es usted el único.

Con esta anecdota me que contaron...he pasado un rato reflexionando...
Hoy nos sorprendemos cuando alguien nos trata amablemente en una tienda, en el autobus, o simplemente por la calle cuando eso debería de ser lo habitual...


EL hombre cada vez vive más para sí mismo. Y yo soy la primera cuando voy corriendo y pensando en cien mil cosas a la vez.
 
Que pena !